Aborto



Hubiera querido terminar la temporada con un artículo más chispeante, con algo más veraniego. Con una jarra de cerveza literaria acompañada de su prosaica tapa o con una simple sonrisa estival. Pero voy a tener que terminar con un vómito. El anuncio del ilustrado ministro Gallardón de suprimir el aborto en aquellos casos en que el feto presenta malformaciones sobrepasa la línea roja de la sensatez y las libertades. Esa línea roja que el inicio del siglo XXI está desdibujando y pisoteando, en la que la derecha rancia se mea blandiendo cuestiones de bioética. Falsos hipócritas.

Aquellos que cada domingo se golpean el pecho en misa de doce mientras mandan mensajes a la compañera con la que ponen los cuernos a su mujer; aquellos que maldicen la homosexualidad mientras salen agazapados de los garitos gays; aquellos que predican la caridad y que con la limosna diaria lavan su sucia conciencia usurera, a la vez que desean en el hemiciclo del Congreso que se jodan todos los parados; aquellos que creen que Dios nos da la vida para que iluminados como ellos nos conduzcan como rebaños por el sendero de su mezquindad, son los que hacen que mire a las mujeres de mi vida y no pueda hacer otra cosa que agachar la cabeza.

Llenen sus casas de engominados niños con pantalón corto y camisa blanca, paran con dolor cuantas veces quieran, alumbren el futuro rancio de este país cada nueve meses, den a luz hordas de felices de ‘boy scout’ y llenen sus colegios y universidades privadas de la ética impostora de su vientre. Pero háganlo ustedes, y mientras, dejen que nosotros llenemos de bastardos el mundo y que las mujeres libres decidan si quieren parir o no; porque por mucha ley que promulguen no podrán acabar ni con la voluntad ni con el sentido común; las mujeres que no deseen tener su hijo abortarán y las que quieran dar a luz seguirán haciéndolo, pero sin consultar antes el Código Penal.

Así, sigan legislando y ganándose un hueco en su divino paraíso mientras que nosotros hacemos felices nuestros cada vez más ácratas corazones... hasta que nos coman los gusanos. 

Malditas noches


¿Cuándo estoy más cerca de la verdad? ¿Cuando a dentelladas y bocados me sacudo la triste pena que deambula por mis noches tristes o cuando a carcajadas y tibios placeres me revuelco en futuras y utópicas alegrías? ¿Cuándo estoy más cerca de la felicidad? ¿Cuando olvido sus caprichosos rizos con el rojizo cabello de la incertidumbre o cuando me sacudo los recuerdos con la frialdad de la esperanza. ¿Cuándo soy más yo? ¿Cuando lloro o cuando río?

Busco entre silencios y vacíos los tumultos acompasados del devenir que convierta mis noches tristes en días felices y mis felices días en triste pasado. Siento que a cada paso, que a cada golpe certero del tiempo, la razón derrota al corazón y me hace tan frío e inhóspito como las ausencias de aquella que fue y los silencios de quien ni siquiera será.

De madrugada enciendo la luz que dejé encendida y apago el sueño que mantengo dormido y aunque sé que mañana todo esto no será más que un infeliz reproche, no puedo dejar de escribir en esta vieja reliquia tecnológica lo que una no entenderá y lo que otra ni siquiera leerá.

Mientras tanto, cuando me pregunten ‘¿qué tal?’, contestaré: muy bien. Porque ni siquiera yo dudo que los desvelos de esta noche serán mañana pasado, silencio, rutina.

Malditas noches.

Funcionarios


Un funcionario ya no sólo es una persona que desempeña un empleo público. Hace tiempo, incluso, que dejaron de acceder a la ansiada y vilipendiada profesión mediante oposición. Ahora, además de funcionarios, se han convertido en la hucha del Gobierno; la manera más fácil e injusta de cuadrar las cuentas que descuadraron en su día los gobiernos, permitiendo que las administraciones públicas se convirtieran en auténticos lupanares donde todos los primos, hermanos, vecinos y amigos tenían cabida de una forma u otra. Y no hablo de hace viente años, ni diez. Desde que comenzó la crisis el único sector que creció en la provincia de Jaén fue el de los empleados públicos. ¿Y qué pasa ahora? Que cada mes hay que pagar y que no hay dinero para hacerlo. Y en lugar de tomar medidas más justas con todos los ciudadanos, como subir nuevamente el IRPF, con el que cada ciudadano aporta según sus ingresos o que los grandes usureros de este país paguen por sus fortunas, metenos la mano en la saca de la función pública. 
 
El problema es que desde aquellos funcionarios del ‘Vuelva usted mañana’ de Larra ya ha llovido mucho y salvo patéticas e incomprensibles actitudes de algunos empleados de la cosa pública, hoy son gente muy preparada en la mayoría de los casos con sueldos muy normales y que llevan perdiendo poder adquisitivo, más incluso que el resto de los ciudadanos, muchos años. Entre ellos se encuentran policías, guardias civiles, maestros, prefesores, médicos, enfermeros, que a las lamentables condiciones en las que cumplen cada día con su trabajo, ahora tienen que sumarle un nuevo recorte, porque sí. Porque lo digo yo, porque lo dice Europa, porque no hay dinero para todo. Si no hay dinero para todo, que no haya dinero para todo. Pero aquí sigue habiendo dinero para muchas cosas que no deberían costarnos lo que nos cuesta. Las administraciones siguen teniendo un entramado paralelo o transversal, que tanto les gusta decir a los polícos, que no es más que un nido para engordar egos y pagar favores. ¿Hasta cuándo tendremos que pagar Egmasas, consejos consultivos, consejos audiovisuales y fundaciones estériles? La reforma anunciada por Rajoy de los ayuntamientos es un brindis al sol, un gesto de cara a la galería. Los políticos que sobran se eliminan quitando los cargos.
 
Europa y España tiene un mal: nosotros, los ciudadanos. Simplemente.

El fin y los medios

No ha entendido nada el PSOE andaluz. Cuando parecía que los socialistas habían comprendido el mensaje que los electores andaluces le habían mandado, cuando en la mayoría de los mentideros respiraban hondo y hacían propósito de enmienda tras perder las elecciones, la miopía prepotente y mesiática se ha vuelto a instalar en la cúpula socialista. El PP andaluz no sólo consiguió los mejores resultados de su historia en Andalucía, sino que ganó las elecciones por primera vez. Sólo el pacto con IU mantuvo a José Antonio Griñán en la presidencia que nunca ha conseguido en las urnas. Pero el fútbol y la política son así. La reflexión socialista apenas duró lo que sus primarias, vacías nuevamente ideológicamente y cada vez más apartadas de las bases y del pueblo. Primero cayeron las grandes ciudades, ahora han caído las medias y no tardarán en perder los pequeños pueblos  de seguir estos pasos. Chacón y sus aires renovadores de burguesía acomodada y discursos huecos tuvieron que envaniar sus ganas ante el Rubalcaba de la tradición y el ‘status quo’, tan burgués y hueco como los otros, pero malo conocido y ya se sabe. 

Finalmente, los resultados demostraron que Andalucía es una región de izquierdas, porque de no haber sido así el PP no hubiera alcanzado la mayoría absoluta. Pero el mensaje no ha llegado a los socialistas, que continúan sin entonar el ‘mea culpa’ y siguen echando balones fuera con uno de los episodios de corrupción más visceral de la historia de este país: el de los Expedientes falsos de Regulación de Empleo. Y como aquel tonto del camino, el Gobierno andaluz, el PSOE y sus socios de IU, se enrocan en la desesperación de la gente y en su miseria y hacen el uso partidista de una administración más vergonzoso, descarado, soberbio y fundamentalista que recuerdo. Con la que está cayendo, el señor Griñán se permite el lujo de mantener sin delegados las ocho provincias andaluzas durante más de tres meses con un único interés, su congreso regional, que se celebra este fin de semana, y las sucias guerras de cochambre que llevan meses protagonizando, en una liga que lidera la Agrupación Local del PSOE de la capital. Nunca aquel dogma de Maquiavelo, germen de la política moderna, de que el fin justifica los medios fue llevado tan a rajatabla en Andalucía y para colmo, ha tenido que ser por el único presidente que ha tenido esta comunidad que, repito, nunca ha ganado unas elecciones.