La vida tocada


Si hay algo singular que tiene la música es que alguien que no la hubiera escuchado nunca se sentiría atraído por ella. Y si es buena, podría experimentar emociones desconocidas hasta ese instante. Al contrario que con otras disciplinas artísticas, el criterio pasa a un segundo plano. La música golpea, como si de pequeños alfileres se tratase, terminaciones nerviosas que provocan el espanto o la sublimación, pero en su sentido físico: algo en nosotros pasa del estado sólido al gaseoso. Y como el joven inexperto bebedor de vino que siempre acierta en diferenciar un buen caldo de cualquier agua sucia, porque a nadie nunca le amarga un dulce, el torpe oyente de sonidos modulados distintos a los que habitualmente escucha, sabe desde el principio, que está ante algo grande. Pero si además se trata del compás y del swing de Chano Domínguez y Francis Posé, pocas veces volverá a saciar su alma del mismo modo.

Dicen quienes conocen a Chano Domínguez que nadie como él ha sabido conjugar el jazz con el flamenco y hace tiempo que, como los grandes poetas, encontró su propia voz, irrepetible, universal, honda, popular. Dicen quienes admiran al gaditano, que inventó el 'jazz español' incorporando a los grandes clásicos el sabor salado de su bahía y el triste quejío de esta tierra que no despierta de sus viejos fantasmas. Dicen también que es el Paco de Lucía del piano, aunque a estas alturas no sería descabellado decir que Paco de Lucía es el Chano Domínguez de la guitarra. Azuzado por Francis Posé, quiso visitar de nuevo Jaén y recordar aquellas largas y felices noches del Chubby Check. “Me habló Fran de este lugar y me dijo que tenía que venir”. Y así lo hizo, en un feliz reencuentro con Ángel Millán y con algunos fieles seguidores de su arte y su sencillez. Porque la cercanía de Chano es directamente proporcional a la grandeza de su música. “¿Qué vamos a hacer, lo de anoche en Granada?”, le preguntaba Posé minutos antes de comenzar el concierto. “Ahora vemos, ahora vemos”, parecía decir el gaditano con una larga sonrisa. 

Y comenzó con “Gracias a la vida” de Violeta Parra, una magnífica declaración de intenciones para una velada musical como la que protagonizó en Casallana junto al excelso contrabajista malagueño Francis Posé, a quien ya tuvimos la ocasión de ver con Jorge Pardo y José Vázquez Roper. No es mala cosa comenzar los conciertos dando las gracias y mucho menos cuando las merece. Son demasiadas la veces que los grandes músicos olvidan quien los pone donde están. Chano ha tenido la 'Gracia' de ser agradecido glosando a la chilena universal en los primeros compases de su nueva gira. Y después, para que nadie olvide que esto se trata realmente de escuchar jazz, continuó con Thelonious Monk. Como a los más grandes, a Chano le sobra genio, sensibilidad y maestría para embaucar al público con su ejecución. Tiene uno la sensación de que podrían deslizarse sus manos sobre la fría superficie de una mesa, golpeando con sus yemas los nudos de la madera inerte, sin perder un ápice del compás y de la melodía de sus composiciones y arreglos

Ya con Posé el recital se convirtió en una verdadera fiesta. Las miradas cómplices entre los dos músicos y los solos del malagueño, que adereza con compases guturales más sonoros a medida que su ejecución se pierde por los confines del talento, desembocaron en una nueva velada histórica para la música en Jaén. No estaría de más que Millán comenzara a plantearse la posibilidad de grabar en un disco alguno de estos mágicos conciertos, porque lo que está sucediendo en Casallana es tristemente irrepetible y sería un error que sólo quedara de ello un álbum de fotografías y un puñado de crónicas.

Charlie Parker dijo en una ocasión que nadie podía tocar lo que no había vivido. Yo no sé si Chano Domínguez ha vivido todo lo que toca, pero, creánme, lo que vivió le hizo feliz, y nos hace felices a nosotros.


Publicado en lacasallana.blogspot.com.es/ el lunes 18 de marzo de 2013

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