
Los estúpidos reproches que se
hacen unos a otros no reflejan más que una nula capacidad para encauzar los
problemas que tiene la sociedad, las familias de este país, de esta ciudad. La
banalidad de sus mensajes diarios no está a la altura de la madurez democrática
que tienen los ciudadanos y mucho menos dan respuesta a las soluciones que
exigimos a quienes hemos designado para gobernarnos y para ejercer la
oposición. El desprecio hacia la clase política que se ha generalizado en los
últimos años no es más que la consecuencia del desprecio con el que nos tratan
con su gestión, y sobre todo, con sus políticas de comunicación.
A nadie se le escapa que la
situación es de ruina total, que las administraciones no tienen un duro para
nada, apenas para pagar la estructura servil de la que se han rodeado durante
años de enchufismo y clientelismo, contratando a amiguetes y familiares en
detrimento de profesionales. En algunas administraciones de esta ciudad hay
familias enteras contratadas que la única prueba superada fue la del cunnilingus
político, que durante décadas ha engordado las afiliaciones a los partidos
políticos.
Por poner un ejemplo de la
“torpeza notable para comprender las cosas”: en 1999 la Junta de Andalucía proyectó
un instituto en el casco antiguo, en el famoso APA III. Trece años después allí
no hay ningún instituto. Sólo un solar. El mismo que había. Una excusa perfecta
para que socialistas y populares vuelvan a dejar patente su estupidez y su
incapacidad para gestionar las administraciones con la única máxima del interés
público y no de los intereses de sus partidos, porque desde hace mucho tiempo,
el poder orgánico en los partidos lo da el número de administraciones que se
gestionan.
La única realidad es que el
instituto no está, ¿comprenden, señores políticos, eso?
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