Pensamiento político y poder

ecía el padre del Nuevo Periodismo norteamericano de los años setenta Tom Wolfe que un articulista nunca debía escribir sobre televisión. A mi la televisión me aburre tanto como la política, por eso sigo ambas con tanto interés. Hoy en día hay que sacar un poco de tiempo para aburrirse, porque de esos momentos de tedio nacen grandes ideas o grandes siestas, depende. Si Wolf tuviera que enunciar de nuevo aquella idea sobre los articulistas aconsejaría no hablar tampoco de política, porque es tan mediocre y soez como la televisión.
Reflexiono últimamente mucho en mis ratos de aburrimiento sobre la política y sus políticos y he llegado a la conclusión de que la peor herencia que nos dejó el franquismo es la actual clase política. El golpe de Estado de 1936 dio al traste con la mejor generación de políticos que había tenido este país. Acabó con Manuel Azaña, con Niceto Alcalá-Zamora y con Largo Caballero y nos dejó, tras una ilusionante transición, con una clase política que no nos merecemos ninguno, pero mucho menos nuestros padres, que fueron quienes sufrieron la dictadura. No es cierto que nuestra sociedad haya perdido los valores. Son los políticos los que carecen de ellos y buscan chivos expiatorios para purgar sus pecados. Aquellos políticos de la Segunda República Española iban de la mano de grandes pensadores, caminaban junto a Ortega y Gasset, Unamuno, Gregorio Marañón, Baroja, Ramón Pérez de Ayala. ¿Dónde está el pensamiento político de nuestros días? ¿Dónde están los grandes pensadores, los grandes teóricos que pongan fin a las ideas del siglo XX y den paso a las de este nuevo siglo? ¿Cuánto tiempo más debemos seguir aguantando trasnochados y anacrónicos discursos de la izquierda, de los llamados socialistas y comunistas? ¿Qué tienen en común Zapatero y Largo Caballero? ¿Y cuánto más tratará de disimular la derecha que es derecha? ¿Cuánto pasará hasta que dejen de abrigar en su pesebre a los Palacios del franquismo? ¿Por qué tienen cosas en común Rajoy y Franco? Mal asunto, cuando el pensamiento político y social de un país, de un continente, del mundo, se hace desde los cómodos habitáculos del poder.

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