Sardinas


No se crean, hay tantos tipos de sardinas que ya quisiera la lista de los reyes ‘godos’.  Está la sardina española (sardinops sagax), que no sé si la comerán mucho últimamente en Cataluña, la que se captura en Australia y en Nueva Zelanda (sardinops neopilchardus), las del Mediterráneo (sardina pilchardus y Sardinella aurita), la de la costa oeste de África (sardinops ocellata), las de Rusia (sardinops melanosticta, Sardinops sagax, Sardinops ocellata y Sardina pilchardus) y la sardina pilchardus que es común en el Atlántico y en el Mediterráneo. Ahí es nada. Y por supuesto, está la sardina de Santa Catalina.

La de la romería jienense es altamente nutritiva, sobre todo para todos aquellos que se acercan a las reuniones y consiguen un buen platico de ‘gañote’, ya que como en otros placeres del buen yantar, sabe de otra manera aquello que no duele al bolsillo, y aquí hay auténticos especialistas en el noble arte del ¡ay, que me arrimo!, tantos,como profesionales de las inauguraciones culturales y devoradores de canapés, tristemente huérfanos últimamente, porque la crisis ha dejado el noble arte de la tradicional copa de vino español en un mero recuerdo. La sardina más común, la que dejará su festivo olor el próximo domingo en el cerro de Santa Catalina, tiene el cuerpo alargado y la mandíbula superior poco o nada escotada y presenta de 26 a 30 series de escamas visibles en la línea longitudinal máxima, que te dejan las manos que parecen el pie de otro. Sí, señores, todo eso tienen las sardinas de Santa Catalina, pequeñas, medianas o grandes; con lluvia o con sol; con familia con el maletero levantado escuchando a Pitingo a todo trapo o con una salve rociera; bien regadas por una Cruzcampo fresquita y un buen vino tinto, de la tierra si puede ser; con su platico de plástico, los caballos y jinetes coloreando el gris otoñal, las suegras y los yernos abrazándose como en todas las fiestas de guardar olvidando odios mutuos; los niños tratando de hacer fuegos para asar las sardinas robadas a los padres, los pantalones con manchas de aceite y el saquito de cuello vuelto para atajar las frescas brisas del cerro, que hielan los pies siempres fríos de las romeras y menos romeras. Sardinas a espuertas para celebrar un día festivo y para recordarle a los malagueños que no sólo de espetos vive el hombre. Comed, pues, todas las sardinas que podáis antes de que vengan y también ‘nos quiten lo bailao’, que nos lo quitarán. Por lo pronto ya ha vuelto Tejero, el de ¡quieto todo el mundo! Virgencita, virgencita...

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