Dom Perignon


A veces un poco de demagogia no viene mal, sobre todo en estos días en los que la línea que separa la ralidad de ella es tan fina y se confunde con tanta frecuencia. Se me ocurre ahora que nuestras administraciones pueden ser como un hogar con una gran familia numerosa. Un hogar que lo está pasando muy mal en el que los hijos somos los ciudadanos y el padre  y la madre son los políticos que gobiernan. Se me ocurre también que podría darse el caso de que mientras esos hijos ya apenas tienen para comer cada día, llevan el calzado roto, los chaquetones remendados y la tristeza esculpida en su cara, sus padres, cada mañana los dejan en el colegio en su coche oficial, se van a su trabajo, almuerzan en los mejores restaurantes, con las mejores galas y hacen por las noches gárgaras con tacos de lomo ibérico.  Se me ocurre, que mientras a ellos no les falta nada, tratan de suplir las carencias de sus hijos, que no han podido ni pueden elegir a otros padres, con vetustos consejos y palabras de cariño, mientras papá y mamá discuten sobre cual es la mejor forma de ayudar a sus hijos para que salgan de la situación en la que se encuentran. Y mientras discuten y cada uno defienden sus posturas, postulan. Y cuanto más convencidos están de que sus razones, sus ideologías, son las correctas para ayudar a sus famélicos hijos, con la seguridad que da la opulencia, los niños comienzan a desconfiar de sus padres y montan pequeñas insurrecciones que no llegan muy lejos porque la flaqueza les hace doblegarse nuevamente a su sopa sucia, a su calzado roto y a sus chaquetones remendados.

Se me ocurre que, tal vez, esta parábola, impensable en la vida real, sea lo que está pasando en nuestras vidas, en nuestra sociedad. Ayer, el Gobierno anunció que reducirá a más de la mitad el número de coches oficiales de los altos cargos públicos; pero estoy seguro, en un buen ejercicio de demagogia, que lo único que cambiará es que los conductores se irán al paro y que esos altos cargos pasarán cada mes los kilómetros de sus coches, cuyo coste quizá sea mayor que el de mantener los coches oficiales y, por supuesto, los puestos de trabajo de los conductores. Y cuando lleguen los nuevos datos del paro, papá dirá que simplemente con recortes no se puede salir de la crisis y mamá defenderá el déficit cero, como paso fundamental para sanear las cuentas.  Y cuando escupan toda su morralla se irán a su dormitorio y brindarán con Dom Perignon, mientras en los dormitorios de al lado, sus hijos, nosotros, escucharemos el sonido exquisito del cristal de Murano y el ruido amargo de nuestras tripas.

6 comentarios:

  1. Quizás cambiarías de opinión respecto a la reducción de vehículos oficiales adoptada por el gobierno (por ahora, única medida que apruebo) si preguntases a algún que otro conductor del parque móvil u otros funcionarios.Te sorprenderás.
    BonaFides

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  2. Buenísimo, está claro que hay que matar al padre y violar a la madre!

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  3. Ja, ja, me voy a adelantar a posibles respuestas: ¡machista!

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  4. Bueno, pues que nos follamos a los dos, como en el chiste de Macumba. Tristemente la situación es como la describes...si los que tienen que arreglar esto sólo miran por su interés, mal remedio le veo a la cosa

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