Primero, aclaremos un término: fundamentalismo. Según la
Real Academia Española, en su tercera acepción, este bonito sustantivo
masculino significa: “exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o
práctica establecida”. Dicho lo cual, vayamos al asunto en cuestión. Hace unos
días, un fundamentalista cristiano llamó al folleto (según mi criterio) digital
Intereconomía y expresó su malestar porque una publicación de Jaén había
ofendido a miles de fieles de una de las patronas de la ciudad, la Virgen de la
Capilla, y les dijo al planfleto (mi criterio) digital Intereconomía que la
ofensa la había publicado en la portada otro panfleto (según su criterio) que
pagaba la administración autonómica, es decir, los socialistas, es decir, los
ateos. Y si no les dijo eso, es lo que publicó el panfleto digital de
Intereconomía.
Unos días antes, un fundamentalista agnóstico (el
agnosticismo es una actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento
humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia)
presentó su dibujo para la portada de la publicación, que la hace cada mes un
autor, en el que aparecía la Virgen y su hijo decrépitos, tomando una copa de
vino ella. En el interior de la publicación el autor del dibujo ironizaba sobre
la Virgen apenándose porque la tienen encerrada y solo la sacan una vez al año.
En fin, brillante.
El fundamentalista agnóstico hirió muchas sensibilidades
cristianas como lo suelen hacer los fundamentalistas, vomitando sus prejuicios.
Los fundamentalistas cristianos rápidamente emprendieron la cruzada para salvar
su fe en los mismos foros digitales donde se apuñalan y escupen todos los días.
Esa es la sociedad en la que vivimos. Pero afortunadamente,
entre medias, hay cientos de miles de personas a los que simplemente les ofende
la simplicidad, la estupidez y la ignorancia que mantiene vivo el
fundamentalismo de cualquier clase. Y entre esos cientos de miles de personas
(incluyendo a todos aquellos que viven la fe cristiana de corazón y el ateísmo y
el agnosticismo con respeto) estaban los editores de la publicación de servicio
público más seria que nunca se ha hecho en Jaén, que por no querer censurar el
trabajo de un artista, traicionó su razón, su criterio y su profesionalidad
(sobradamente acreditada), aturdidos por esa falsa libertad de expresión que
lleva implícita la intransigencia idiota de los ignorantes.
Fue un error, pero si tengo que elegir entre la basura y el
talento (no el del autor del dibujo) me quedo con el talento (el de los
editores), que es lo que le falta a esta ciudad.
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