Atemos las manos a los maltratadores

Me da igual el asesinato. Elijan el que quieran. El del otro día en Pinos Puente o el de ayer en el Puerto de Santa María. Cualquiera de las 35 mujeres muertas este año porque sus maridos y parejas decidieron que había llegado su momento (¡qué eufemismo más terrible!) podrían haber tenido una oportunidad.Es el momento de que todos hagamos algo para frenar a quienes (los menos, seguro) creen que la mujer es una posesión más en sus tristes y enfermas vidas. Siempre serán pocas las medidas que desde las administraciones puedan ponerse para ayudar a las mujeres maltratadas, a las futuras víctimas del desgraciado y cobarde que se siente con derecho a golpear y matar a su compañera y, en demasiados casos, a sus hijos también. Es el momento de la presión social, pero no la de los medios de comunicación y la de las asociaciones de víctimas o institutos de la Mujer. Nadie maltrata de un día para otro. Deben sentir la presión de sus amigos, de sus vecinos, de sus compañeros de trabajo, de sus familiares. No nos engañemos con falacias y estudios sociológicos sobre el entorno, la educación y la costumbre. Cada mujer muerta en este país tenía alguna persona cercana que conocía su problema y desaprobaba lo que estaba sucediendo. La mejor orden de alejamiento que puede tener un maltratador es la de sus amigos, vecinos y familiares. Cojamos a cada uno de estos señores y amenacémosles. Que sepan que cualquier paso que den para acercarse a su pareja no quedará impune. Que sientan el mismo miedo que ella cuando vean a su mejor amigo, a su hermano, a su compañero de trabajo. Podrá matarla, tal vez, pero si tiene que llevarse por delante a alguien más para conseguirlo, créanme, será más complicado. No se trata de hacer apología de la violencia, sino de ejercer la responsabilidad social que todos tenemos. Dejemos de mirar a otro lado y atemos, entre todos, las manos a los maltratadores.

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