¿Para qué hora tiene usted?

Tengo serias dudas sobre si mis visitas al médico de cabecera me resultan entrañables o irritantes. Creo que irritantes mientras se desarrollan y entrañables cuando las recuerdo y cuento. Me resulta irritante (sepan antes que mi nivel de irritabilidad es preocupantemente sensible) una vez que llegas a la sala de espera del médico y tras el correspondiente “Buenos días” sufrir el chequeo implacable de varios pares de ojos (generalmente con más de sesenta años cada uno) antes de preguntarte, sin que aún te hayas sentado: “¿Usted para qué hora tiene?”. Aunque en un principio te haces un poco el longuis, tras la insistencia del curioso enfermo respondes al tercer intento de forma seca y rotunda (advirtiendo que esa será tu última respuesta porque no buscas conversación): “10’25”. La réplica es automática: “Uff, pues acaba de entrar el de las 10”.
Cuando sale el agraciado, un tumulto de enfermitos, ávidos de diagnósticos, de recetas, de consuelo en fin, se amotina ante la puerta del médico, aunque saben perfectamente todos ellos a quién le toca entrar porque han memorizado la hora de cada uno. También saben que el médico llamará en voz alta al siguiente paciente (magnífico adjetivo para definir al usuario del SAS), pero eso no importa; si existe una posibilidad, por pequeña que sea, de saltarse algún turno, no perderán la ocasión. No falta nunca el que se queda en la puerta, de pie, respondiendo a cada una de las envenenadas demandas: “Yo sólo voy a hacerle una pregunta”. Irritante es también, mientras que intentas leer, escuchar dos conversaciones telefónicas, que superan los decibelios que dicta el pudor, otra ‘in situ’ sobre la nueras de hoy, que no atienden ‘como Dios manda’ a sus hijos y la música que el “puberto” que está sentado a tu lado tiene puesta en sus auriculares, que te hace pensar que tal vez el niño esté allí por problemas auditivos, por no hablar del discutible gusto musical.
Luego, sin embargo, ya en la calle, piensas que es entrañable todo ese ritual, todas esas preguntas, toda esa prisa, toda esa necesidad de comunicación, sencilla, natural. Afortunadamente dura poco y gana la batalla la irritación.

1 comentario:

  1. Siempre he tenido la sensación de tener un "déjà vu" cuando acudo al médico y ahora me pregunto si todo el mundo vamos al mismo médico...

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