Refranes


Al final se ha hecho tarde y encuentro poca dicha en estos días en los que las sombras de los árboles apenas cobijan. Mientras espero un San Martín para cada cerdo (y hay tantos) me he empeñado en madrugar aunque la ayuda divina no termina de llegar y como parece ser que el que la sigue la consigue, ahí ando revolcándome en lo malo conocido, porque aún no se dónde buscar lo bueno que debería conocer.
 
Si estas son las tempestades del viento que sembramos, que nos hagan un refugio a todos aquellos que apenas cultivamos suspiros y que vayan a otros las ventoleras. Cansado de buscar al cojo, que a los mentirosos ya los cogí a todos, sólo espero que dejen de caer clavos del cielo, que hace tiempo que supe que nací para martillo. ¿Cuántos perros tienen que morir para que se acabe la rabia y cúanta sangre es necesario derramar para que entre la letra? Los que de fuera vinieron no sólo de mi casa me echaron, si no que me quitaron el pan, me llamaron tonto y me obligaron a beber todo el agua que siempre dije que no bebería. LLevo tantos años dejando para mañana lo de hoy, que ya ni la ocasión quita el pecado. Llevo tantos años viendo como el diablo mata moscas con el rabo, que ya no veo más vigas en ojos ajenos y apenas alcanzo a distinguir la paja que me nubla los sentidos. No crean que no he pensado en revolcarme en toneladas de moras para limpiar la mancha, pero como siempre he sido más ladrador que mordedor y no tengo la menor duda de que todos los ladrones son de mi condición, espero que todos estos males vengan por algún bien, aunque sea común. Mientras llega, voy a dejar de poner la otra mejilla que aunque los ojos que no ven no dejan sentir al corazón, las monas cada vez se visten más de seda y a mí me gustan mucho las monas, la menos monas, la seda, incluso la arpillera. De modo que prometo todos los días estar rogando a Dios y tened cuidado porque el mazo no es cualquier cosa. ¡Ah! Y se acabó lo de remojarme las barbas, que si tienen que cortarlas como las de mis vecinos, aquí los esperaré, rogando y haciendo oídos necios a tantas palabras sordas, que como a perro flaco todo son pulgas, pocas picarán este cuerpecito que calla, otroga y cada vez que puede, como las cabras, tira hacia el monte.

Un traje a medida

"Me sorprendo muchas veces viendo la tele, sin enterarme de lo que están diciendo, con la mente en blanco”. José Puerto Beltrán tiene 52 años y es uno de los extrabajadores de Primayor. Después de cotizar algo más de 34 años a la Seguridad Social ya no cobra nada, ni la ayuda de los 426 euros. Cada mañana, antes de las ocho, sale de su casa y se dirige a la que se ha convertido forzosamente  en su segunda vivienda: la tienda que los extrabajadores de Primayor tienen instalada desde hace 350 días delante de la puerta de la Delegación del Gobierno de Andalucía en Jaén. “Nos dijeron que nos iban a hacer un traje a medida y lo creímos”, lamenta.


El 25 de febrero de 2008, los 145 empleados afectados por el expediente de regulación de empleo (ERE) presentado por la empresa cárnica Primayor en agosto de 2007, recibieron el Sello de Plata del Ayuntamiento de Jaén, donde  acababa de desembarcar la coalición PSOE-IU. Unos días después, en una cena en el Parador de Jaén, los trabajadores le hacían entrega del galardón al entonces consejero de la Presidencia de la Junta, Gaspar Zarrías. “Os vamos a hacer un traje a medida”, recuerda José Puerto que les dijo. Por aquellos días la administración autonómica había mediado para que dos empresas se instalaran en la ciudad y contrataran a los 145 trabajadores despedidos de Primayor. Una era Dhull, del grupo Nueva Rumasa, que instalaría una planta de platos precocinados en el nuevo Parque Empresarial; la otra era Proasego, una firma de energías renovables. Finalmente ninguna de ellas llegó a instalarse en Jaén, aunque Dhull levantó la planta antes de entrar en quiebra. “No hay día en que no me arrepienta de haberle entregado aquella medalla a Zarrías; ningún político tiene palabra”, afirma José Puerto.

La espera
Francisco Luque Bermúdez también tiene 52 años. Es otro ex de Primayor que espera cada día sentado en una silla de oficina en plena calle, delante de una carpa que bloquea la puerta de la Delegación del Gobierno, a ser, nuevamente, un trabajador. “Ya no estamos los 145 del principio. Muchos encontraron trabajo por su cuenta, otros se cansaron de que los engañaran; habremos quedado unos ochenta o noventa más o menos”, explica. Se han organizado en seis grupos que se van alternando y su horario es de ocho de la mañana a dos de la tarde. Seis horas en las que no hacen otra cosa que esperar. Y así llevan cinco años, de los que 350 han estado acampados en pleno centro. “Al principio muchos se quedaban a dormir, pero ya no lo hacemos”, dice Francisco Luque.

Tampoco hacen las marchas que solían, los viernes, desde la plaza de las Batallas hasta el Ayuntamiento o la sede provincial de PSOE. “La Subdelegación del Gobierno no nos da permiso y lo que nos faltaba es tener que hacer frente a las multas, como ya pasó, aunque finalmente no prosperó”, continúa el ex de Primayor. “Ahora vienen los santaneros y tenemos que ver cómo sí les dan los permisos. No hace mucho a un compañero nuestro lo multaron por tirar un petardo”. Cuando hablan de los políticos se irritan y los culpan de todo lo que les está sucediendo. “Nosotros no queremos ser funcionarios; sólo pretendemos que la Junta de Andalucía cumpla con el protocolo de intenciones que suscribimos”, explica José Puerto.
Más empresas
A principios de año, en enero, la Junta de Andalucía volvió a comunicarle a los ex trabajadores de Primayor que la empresa Fast-Trading contrataría a 25 de estos empleados para su nuevo proyecto empresarial, que se ubicaría en Geolit. Se trataba de una fábrica de producción de pan precocido ultracongelado, pero aún no hay noticias. Un mes antes, según explicó recientemente uno de los portavoces del colectivo, Manuel López, la Junta también habló de una empresa que estaba terminando el proyecto para entregarlo.

“Nadie, más que nosotros, sabe lo que estamos pasando. Hay familias deshechas, que se han separado porque la situación era insostenibles. ¿En qué o en quién podemos creer ya?”, arguye Francisco Luque. Dentro de quince días cumplirán un año acampados, y en un mes y medio, cinco años desde que cerrara la planta cárnica, heredera de otro de los símbolos empresariales perdidos en la capital, ‘Embutidos Molina’.

Setenta años de historia de la firma Molina
A finales de los años 40 el matadero industrial del Pilar de Arrabalejo contaba con  unos catorce trabajadores. Los lunes y los jueves acudía el matarife y el veterinario y certificaban y despiezaban la carne que consumía buena parte de la ciudad. En 1952, uno de los socios se desvincula de la sociedad y se establece con su familia y con la mayoría de aquellos trabajadores creando la industria Cárnicas Molina. La empresa Hijos de Andrés Molina fue creciendo hasta contar con algo más de 1.000 puestos de trabajo directos. A finales de los años noventa entró  en crisis y en poco tiempo se pasó de las campañas de publicidad a nivel nacional a la intervención de la Junta de Andalucía, que se quedó con el 80 por ciento de las acciones de la industria jienense.

A diferencia de otras empresas de la provincia, como fue el caso de Santana, la factoría de la capital no pudo zafarse de la mala suerte y en 1999 la Unión Europea declaró ilegales más de 50 millones de euros invertidos por la Junta de Andalucía, ya que la planta estaba ubicada dentro del casco urbano de la ciudad, algo que incumplía la normativa. Ante esta situación, el 8 de junio de 1999 el Consejo de Gobierno de la Junta acuerda la transmisión de activos de la Junta General de Accionistas de la empresa Hijos de Andrés Molina a la empresa Campofrío. Más tarde, Campofrío separa en empresas distintas los mataderos que tiene en propiedad y constituye Primayor Alimentación. La situación se agrava en el año 2003 en la mayoría de mataderos de la firma y comienzan a producirse cierres. Cuatro años después los recortes llegan a la planta de Jaén y en agosto se formaliza el Expediente de Regulación de Empleo.

Reportaje publicado en VIVA JAÉN el 25 de junio de 2012

El sueño de un campeón de España

El 9 de octubre de 2010, Raúl ‘Gordito’  Buendía daba el salto a profesional en un combate que le enfrentó al peso medio gallego Carlos Domínguez. En el pabellón exterior semicubierto de la Institución Ferial el púgil jienense consiguió su primera victoria. Unos días antes, en VIVA JAÉN, dijo: “Quiero ser campeón de España”. Y ha llegado el momento. Un año y medio después, Raúl Buendía, va a luchar por ser el campeón de España de peso súper medio, mañana, en la Institución Ferial también y ante su público, al que, junto a su hermano, Jesús Buendía, han aficionado a un deporte que había desaparecido de la ciudad. Ha sido su empeño, la misma ilusión que le llevó con 19 años a irse a Madrid al barrio de Vallecas a comenzar su carrera como boxeador, la misma con la que volvió a organizar la primera velada de boxeo allá por 2006, tras 30 años sin que Jaén tuviese un combate, lo que le ha llevado a disputar el campeonato de España, tal y como llevaba soñando toda su vida. Y lo va a conseguir, porque el esfuerzo, el trabajo y el talento siempre tienen una recompensa. Raúl Buendía ‘Gordito’ será el próximo campeón de España en peso súper medio y escribirá una página de esperanza en estos días tristes en el que el pesimismo se ha adueñado de cada uno de nosotros y la mediocridad campa a sus anchas por una ciudad dormida, en letargo, conformista. ‘Gordito’ debería servirnos a todos de ejemplo para no olvidar nunca que los sueños sólo se consiguen luchando por ellos. Pero como sé que eso no va a ser posible, participemos al menos del sueño de un jienense ejemplar donde deberían mirarse las generaciones futuras. ¡Enhorabuena, campeón de España!

Basura versus talento


Primero, aclaremos un término: fundamentalismo. Según la Real Academia Española, en su tercera acepción, este bonito sustantivo masculino significa: “exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida”. Dicho lo cual, vayamos al asunto en cuestión. Hace unos días, un fundamentalista cristiano llamó al folleto (según mi criterio) digital Intereconomía y expresó su malestar porque una publicación de Jaén había ofendido a miles de fieles de una de las patronas de la ciudad, la Virgen de la Capilla, y les dijo al planfleto (mi criterio) digital Intereconomía que la ofensa la había publicado en la portada otro panfleto (según su criterio) que pagaba la administración autonómica, es decir, los socialistas, es decir, los ateos. Y si no les dijo eso, es lo que publicó el panfleto digital de Intereconomía.

Unos días antes, un fundamentalista agnóstico (el agnosticismo es una actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia) presentó su dibujo para la portada de la publicación, que la hace cada mes un autor, en el que aparecía la Virgen y su hijo decrépitos, tomando una copa de vino ella. En el interior de la publicación el autor del dibujo ironizaba sobre la Virgen apenándose porque la tienen encerrada y solo la sacan una vez al año. En fin, brillante.

El fundamentalista agnóstico hirió muchas sensibilidades cristianas como lo suelen hacer los fundamentalistas, vomitando sus prejuicios. Los fundamentalistas cristianos rápidamente emprendieron la cruzada para salvar su fe en los mismos foros digitales donde se apuñalan y escupen todos los días.

Esa es la sociedad en la que vivimos. Pero afortunadamente, entre medias, hay cientos de miles de personas a los que simplemente les ofende la simplicidad, la estupidez y la ignorancia que mantiene vivo el fundamentalismo de cualquier clase. Y entre esos cientos de miles de personas (incluyendo a todos aquellos que viven la fe cristiana de corazón y el ateísmo y el agnosticismo con respeto) estaban los editores de la publicación de servicio público más seria que nunca se ha hecho en Jaén, que por no querer censurar el trabajo de un artista, traicionó su razón, su criterio y su profesionalidad (sobradamente acreditada), aturdidos por esa falsa libertad de expresión que lleva implícita la intransigencia idiota de los ignorantes.

Fue un error, pero si tengo que elegir entre la basura y el talento (no el del autor del dibujo) me quedo con el talento (el de los editores), que es lo que le falta a esta ciudad.