Imagínense


Imagínense que llevan casi un año parados. Imagínense que les seleccionan para una entrevista de trabajo y que finalmente resultan elegidos para el puesto que ofertaba una empresa internacional que trabaja en España. Imagínense que firman el contrato por obra y servicio de seis meses para comenzar una semana después a trabajar en Madrid, en un proyecto que desarrolla otra empresa, a la que ha contratado la firma internacional. El contrato es bueno, ajustado a su nivel profesional y a su dilatada experiencia. Ilusionados llegan a Madrid y en tiempo récord consiguen alquilar un piso con precio madrileño (incluidos dos meses de fianza) y medidas liliputienses.



Imaginen que llega su primer día de trabajo y tras cumplir una novedosa jornada de doce horas, el responsable de personal le planta un documento con una cláusula en la que debe aceptar, durante los dos primeros meses, cobrar la mitad del sueldo por periodo de formación. Imagínense en esa situación, por favor. Sobre todo, cuando de manera insistente preguntaron antes de firmar el contrato, en el que no se hablaba de periodo de formación, si existía alguna claúsula al respecto. Imaginen que tras recordar que su contrato no recoge esas condiciones la empresa subcontratada le dice: “Esto es lo que hay”.

Sólo les pido un esfuerzo más: imagínense solos, sentados al volante de su coche, con un puñado de políticos ineptos reprochándose reformas y corrupciones en la radio, mirando fijamente la línea discontinua de la autovía que le lleva de nuevo a su casa, a otros tantos largos días de espera. Eso sí, con 3.000 euros menos y la esperanza de que el dueño del piso que alquilaron no los denuncie y les obligue a pagar el año entero. Y por último, dejen la imaginación a un lado y sepan que todo ello es tan cierto como legal y que así trabajan muchas empresas, engañando a trabajadores que a los dos meses echan a la calle para volver a empezar.

¿Dónde están ahí los sindicatos, dónde los políticos que permiten este abuso diario, oculto, humillante? Hace unos días, mi amiga Gema, una joven con apenas 30 años, sobradamente preparada e irremediablemente parada, me dio una verdadera lección. “Poco importa cómo nos despidan, con cuantos días, con cuanto finiquito”, me decía. “Lo realmente preocupante es en qué condiciones llevamos años trabajando con tantas complicidades”. Amén.

Cinco meses sin ETA *

Hoy hace cinco meses que ETA anunció el cese definitivo de la violencia. Cuatro meses desde que se produjera el acontecimiento más importante que ha vivido España desde la muerte de Franco y el inicio de la Democracia. Sin embargo, la mayoría de los españoles aún espera la disolución de la banda terrorista y el acto simbólico de la entrega de las armas que cierre definitivamente el capítulo más oscuro de nuestra Historia Contemporánea.


En este tiempo, el terrorismo ha desaparecido del listado de las cosas que preocupan a los españoles en las periódicas encuestas que publican los medios de comunicación. Ahora sólo hay espacio para las reformas, los recortes y la crisis, obviando que la mayor crisis que ha vivido España ha sido la del terrorismo. En estos casi cien primeros días de Gobierno del PP se han sucedido medidas de gran calado para el futuro del país, todas ellas, principalmente, de índole económico y no creo que sea del todo acertado borrar de la agenda política el fin de ETA. Pocos pasos se han dado desde el pasado 20 de octubre tanto por parte de la banda terrorista, como del Gobierno de España, unos porque se niegan a pedir perdón de forma explícita a las víctimas, vía Nanclares, y otros porque sin ese paso acompañado de la disolución y la entrega de las armas tampoco están dispuestos a mover ficha. Y entre medias están las víctimas y los presos. La mayoría de las víctimas comparte la vía Nanclares, mientras la izquierda 'abertzale' se niega a recorrer ese camino. Sin embargo, de los 550 reclusos etarras que hay en España, sólo 22 han optado por pedir perdón, y el llamado Colectivo de Presos y Presas Políticos Vascos (EPPK), que engloba a los 732 presos de ETA (en todo el mundo), no quiere ir más allá del acuerdo de Guernika, en el que no se recoge una sólo palabra del final de la banda terrorista y mantiene todo el estilo combativo y reivindicativo de ETA, aunque ha sido considerado por los expertos en lucha antiterrorista como un importante paso.

En definitiva, cuatro meses después todo está prácticamente en el mismo punto, pero con un problema añadido. El año que viene son las elecciones autonómicas en Euskadi y la izquierda 'aberzale', que ya obtuvo sus mejores resultados en las pasadas Generales, quiere volver a repetirlos e incrementarlos en los comicios Vascos. Y negociar y acercar posturas no es demasiado popular entre su electorado, por lo que, una vez más, los intereses electorales de los partidos (como ha sucedido con los presupuestos y las elecciones andaluzas y asturianas), dejarán esperando a víctimas, presos y españoles.

Sí, hoy hace cinco meses desde que ETA anunciara el cese definitivo de la violencia, pero poco más.

*Ya no sé ni contar. En la primera versión del artículo puse que eran cuatro meses y son cinco desde el pasado desde 20 de octubre de 2011. Perdón por el error, que ya he corregido

Mi admiración y respeto a las gentes de la Cultura de Jaén


Pocas veces me he parado a pensar detenidamente porqué toda aquella gente a la que admiramos suele estar a cientos de kilómetros de distancia de nuestro entorno, de nuestra vida. Y menos veces aún me he sentado a reflexionar sobre la importancia de todos aquellos artistas a los que la mayoría de los días saludo tomando un café, un aperitivo o mientras deambulo por las calles de este empinado Jaén, que cada vez se hace más cuesta arriba para la Cultura. No está mal de vez en cuando mirarnos el ombligo y comprobar cuánta gente hay en esta ciudad y en esta provincia que cuando eran pequeños cayeron en la marmita de la genialidad y que aún escurren su arte por sus bares y noches, por despachos y días.
Siento admiración por cada trazo, cada pincelada, cada retorcido gesto de Santiago Ydáñez; por la irreverencia, la frescura y el compromiso de José Ríos (a pesar de su maldito aguardiente); por el quejío del paisaje en cada lienzo de Pepe Olivares; por el trazo fino del casco antiguo de David Padilla; por cada beso de Cortés Zarrías y cada muro de Belin. Lamento cada día que no puedo leer a uno de los mejores columnistas y escritores de este país, Jesús Tíscar, y me sorprende lo fácil que hace lo bello, en cada verso, Joaquín Fabrellas, o la rebeldía cotidiana de un poeta que escribe conversaciones como Juan Manuel Molina Damiani. Admiro cada incursión de Alfonso Fernández Malo en el mundo de la narrativa y cada instantánea que nos regala la prosa de Manuel Mateo Pérez.
Me sobrecoge el lamento apagado de Charo López, la versatilidad casi enciclopédica del flamenco del Niño Jorge y la guitarra del ya profesor José Rojo. No puedo más que aplaudir cada nota de Pachi Delgado (Alis), de Guadalupe Plata, de los insultantemente jóvenes Supersubmarina, aplaudir cada esfuerzo de Autómatas por reivindicar un lugar, a la vez que lamento el retiro de decenas de músicos de esta tierra que no pudieron pagar sus facturas con sus canciones.
Me divierte cada mirada de nuestro pequeño Berlanga, Juan Antonio Anguita, y me conmueve la voz épica de Miguel Ángel Carames, tanto como la ausencia de Juan del Arco en los huérfanos escenarios de esta ciudad. Disfruto de los conciertos mudos de cada fotografía de Sitoh Ortega y de Javier Rosa, de la mirada de José Poyatos, Agustín Muñoz, Francis Cano, Yolanda Ogáyar o José Pedrosa; de los montajes de Emilio Arroyo, de la pluma y oficio de Ginés Donaire, José Liébana, Lorena Cádiz o Rafa Abolafia, de la voz de Antonio Agudo, de los escribientes de la cultura de Jaén Antonio Ordóñez (Lucky) e Ignacio Frías y de cada palabra y letra del deán Francisco Juan Martínez Rojas. Y me descubro también ante todos aquellos que durante años han tratado (y conseguido en muchos casos) dinamizar la Cultura en esta tierra. Me descubro ante empresarios como Ángel Millán, Antonio ‘El sillas’, Curro, Gregorio, David, Joaquín, Fabian, Josiane, Vito y Pepe; ante promotores como Paco Zaragoza, Canovaca y Melguizo; ante quienes vienen pisando fuerte como la gente de Piturda y Gudmorning y ante incombustibles e imprescindibles como Rafael Cámara y Ángel Cagigas. Habrá muchos más, seguro. Mi admiración y respeto hacia todos.

Hoy he cumplido 40 años


Hoy he cumplido 40 años. Tengo una casa alquilada, un coche, dos perros, un préstamo personal, un empleo afectado por un ERTE, un móvil al que sólo llaman las compañía telefónicas cuando estoy echando la siesta y una compañera, unos padres, un hermano, tres sobrinos y un puñado de amigos a los que quiero. ¡Ah! Y un blog. Y como hace mucho tiempo que comencé a hacer ruiditos al levantarme y sentarme en el sillón, no he notado demasiado cambio de ayer a hoy, salvo el kilo de más del pastel de anoche.

Hoy he cumplido 40 años, 23 de ellos con barba y no menos pensando que debería perder unos kilos, pero aunque últimamente he abandonado la dieta nocturna del tazón de leche con las magdalenas precisas para que la cuchara quede de pie, he de reconocer que en mis ensaladas el verdín es testimonial. Sigo colgando la ropa en la bicicleta estática y son los perros los que me sacan a pasear y cuando subo los repechos con Puerto Alto en el horizonte y me acuerdo del maldito día que empecé a fumar por exigencias del guión (el personaje que interpretaba en una obra de teatro fumaba en escena) y suelto a la Tula para que corra y se me pierde de la vista y no me hace ni puto caso, pienso: pues tampoco es para tanto esto de los cuarenta.

Nunca pensé cuando era un adolescente cómo sería a los 40 y ahora que los tengo apenas me acuerdo de cómo era a los 20, pero, a pesar de los ataques sociópatas que me asaltan en plena calle, lo de comprar un tanque alemán a buen precio no es más que una fantasía que espero que no se cumpla nunca, porque, se me ocurre ahora que con mi casa alquilada, mi coche, mis dos perros, mi préstamo personal, mi trabajo con ERTE, mi móvil al que sólo llaman las compañías telefónicas cuando estoy echando la siesta, mi compañera, mis padres, mi hermano, mis tres sobrinos, mi puñado de amigos y mi blog estoy bastante bien. Bueno y mis cervezas.

¿Fortuna o destino?


Dijo Friedrich Hegel que “cuando el hombre reconoce que lo que le ocurre no es sino la evolución de sí mismo, y que la culpa no es sino suya, se conduce como un hombre libre”. Por otro lado, Aristóteles en su libro “Física” explicaba que tanto la suerte (týchē o fortuna) como la casualidad (autómaton o casus) no eran más que causas de algo. La primera tenía que ver con la actividad humana y la segunda con los fenómenos naturales. Para el filósofo griego la suerte o la fortuna (sean buenas o malas) estaban sujetas a una decisión, a una elección. Así, las metas que tratamos de alcanzar en el futuro y las iniciativas que emprendemos están sujetas a nuestra habilidad y empuje para ponerlas en marcha, por un lado, e irremediablemente, a la buena o mala suerte que encontremos en nuestro camino. Por tanto, existiría un factor que no dependería de nosotros y que echaría por tierra lo que llevó a Hegel a determinar que todo es culpa o causa de uno mismo. Es decir, que me toque la lotería no sólo depende de que compre el boleto, sino de que salga mi número, que es lo que se suele decir. Para Aristóteles “la suerte es una causa accidental que concurre en las cosas que se hacen para algo y que son objeto de elección”. Por tanto, se podría decir que la suerte es causa de un accidente, de algo que escapa a nuestra voluntad, de lo que no tenemos control ni capacidad de decisión sobre él.

Y como quiera que el ser humano aún no conoce la causa de algunas de las cosas que suceden, las mismas que Aristóteles definió como accidentales, en algún momento de la historia del hombre y del pensamiento, comenzó a llamarse a esta circunstancia 'destino', que no es otra cosa que admitir que, por mucho que Hegel se empeñara, estaríamos sujetos a un plan. Y si hay un plan alguien lo ha trazado. Y quien lo haya trazado lo ha hecho con algún propósito y a mí ese propósito, tal y como veo que evolucionan las cosas, no me convence. Porque de ser así no quedaría espacio para el libre albedrío, para el hombre libre. Y yo aún me considero un hombre libre, quizá encerrado en la cárcel de las decisiones que no se toman en mi ámbito de acción, en las circunstancias que me rodean y completan como hombre, que decía Ortega. Por eso prefiero pensar que todo lo que pasa es fruto de la mala suerte, de la fortuna y no del destino, porque si algún día tengo la certeza de que es fruto del destino, empezaré a meterle fuego a todo y a todos, empezando por el jodido escritor.